Los argentinos asistimos a un cambio significativo en
el panorama político desde Octubre a esta parte, con una orientación, por parte
del gobierno, que se profundiza con el paso de los días. Qué debería ocurrir en
la sociedad para legitimar, una verdadera política popular y nacional?.
Los argentinos asistimos a un cambio significativo en
el panorama político desde Octubre a esta parte, con una orientación, por parte
del gobierno, que se profundiza con el paso de los días.
El anuncio del recorte de los subsidios asociado al
tarifazo gradual, la aprobación de la ley antiterrorista, la afirmación de la
política extractiva con megaminería a cielo abierto, el mantenimiento de la
política de destrucción del transporte público, la voluntad manifiesta del pago
de la deuda externa al costo del aumento de la deuda interna y ahora el
condicionamiento de las paritarias con negociaciones de aumentos “razonables”,
son los rasgos más destacados, en un sinceramiento brutal, de la vuelta a las
fuentes del modelo neoliberal.
Innumerables medidas intermedias se conjugan en esta
orientación, apoyadas en la legitimidad del 54% de votos obtenidos y una
magistral construcción del relato, avanzando sin temor, aunque el velo popular
y nacional, como un manto corto, no alcance a tapar la obscenidad de la entrega
del patrimonio nacional y de la pobreza estructural.
La judicialización del conflicto Malvinas que reducido
a los intereses económicos en el archipiélago, oculta los lazos de
intereses mutuos entre el imperio Británico y el gobierno nacional (banca,
petróleo y minería). Simulacro de política nacional que se repite en las medidas
respecto de la cuestión de YPF, en un proyecto para declarar de interés publico
a los hidrocarburos, cuando en realidad se está intentando perpetuar un sistema
de negocios, enterrando en el olvido el art.40 de la Constitución de 1949, que
establece con total claridad la nacionalización de los recursos estratégicos.
El espectáculo de la política discursiva impuso que el
anuncio, genera consenso, en el sentido de lo nacional y popular, cuando en
realidad lo que hace es “reciclar” el modelo neoliberal. Estamos en presencia
de la sofisticación del modelo que permite, por ejemplo, hacer aparecer la
asignación a la niñez como universal, cuando en realidad no lo es.
La tragedia de Once, tan concreta como la carne
aplastada de trabajadores y la tragedia simbólica del discurso de la Presidenta
en el Congreso ponen de relieve la pregunta:
“Qué debería ocurrir en la sociedad para legitimar,
una verdadera política popular y nacional?”..
Multiplicidad de causas tensan, en la masa del pueblo,
la contradicción entre la conservación de lo dado (confrontado con la crisis
del 2001)y la necesidad de cambio (la apropiación de las rentas extaordinarias
en la distribución del ingreso) que reclaman sectores crecientes de la sociedad
y de los cuales no pocos serán merecedores de una respuesta que profundiza los
instrumentos punitivos del Estado, como es la Ley Antiterrorista.
El cambio presupone abandonar una concepción
delegativa de la democracia y que, dé la postergada respuesta a la crisis de
representatividad política, con el convencimiento de que la salida es colectiva
y que nuestras necesidades inmediatas deberían sustentarse en un nuevo
paradigma de progreso basado en el respeto a la madre tierra, el agua y el
aire.
En ese sentido el movimiento asambleario que subsistió
a la crisis del 2001 es un emergente y es una de las principales fisuras, del
modelo neo-desarrollista, que el gobierno Kirschnerista dejó sin cerrar, a
pesar de algunas medidas acertadas y de la manipulación, confirmando que el
régimen, seguía piloteado por los que no se fueron nunca. También el campo
gremial incorpora, aunque en forma algo secundaria, como lo hace la CTA, a la
lucha salarial la defensa del medio ambiente y como parte de los derechos
humanos. Emergentes que actualizan la vigencia de lo que se puso en tela de
jucio en el 2001.
Proyecto Sur se inscribe en ese contexto como
alternativa para recordar que seguimos siendo una colonia y que nuestra premisa
ineludible es que la transformación de la Argentina va de la mano de la
transformación del poder. No hay distribución de la riqueza en una democracia
delegativa, porque no ofrece las herramientas, más allá de lo electoral, para
garantizar que el producto del trabajo de sus habitantes y de los recursos
naturales no se la lleven las transnacionales perpetuando su dominación.
Tenemos que asumir que el cambio que buscamos no es sólo político, sino también
cultural y social, con la participación de todos los actores sociales. El
cambio se producirá sobre un contexto de fuerte protagonismo de la sociedad,
expresando su voluntad a través de organizaciones sociales, movimientos
sindicales, movimientos culturales y partidos políticos, unidos por las grandes
causas nacionales.
El llamado progresismo sigue pensando y proponiendo en
términos de la democracia delegativa y dejando intacta la crisis de
representatividad.
Las organizaciones sociales mantienen una enorme
desconfianza, justificada si vemos que los partidos se acercan para la
captación de militantes y para imponer liderazgos, lo que hace reeditar el
desencuentro dentro del campo popular. No es el caso de Proyecto Sur, que desde
su surgimiento propuso la unidad y que la transformación no la puede hacer una
sola fuerza, sino la articulación en una estrategia de todas las fuerzas
sociales, culturales y políticas comprometidas con la defensa de los intereses
nacionales.
Se ha aludido, en innumerables ocasiones, al estallido
y al movimiento asambleario del 2001, expresando la frustración de que no dio
el salto político, dejando un vacío que volvieron a ocupar los que siempre
estuvieron. Sin embargo muchas asambleas se mantuvieron y surgieron otras, con
logros importantes, como en varias provincias frenando proyectos extractivos y
contaminantes. La frustración es la de los partidos de izquierda y el
progresismo en general que interpretaron que, el saldo que debía producirse,
era el que debían sumarse a sus fuerzas políticas y legitimar su conducción en
un nuevo escenario. Por el contrario Proyecto Sur entiende que las
organizaciones sociales deben permanecer como tales, profundizando su
construcción e identidad, al mismo tiempo que trabajando juntos por una gran
columna, un eje vertebrador de una gran unidad de fuerzas alrededor de un
proyecto emancipador.
Pablo Lanza. Maximiliano Perez.
Pablo Lanza. Maximiliano Perez.
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